Resolviendo conflictos con diálogo: la mediación como puente de paz para menores
Por Javier Muñoz
En el Centro de Educación e Internamiento por Medida Judicial de Aragón cuentan desde hace diez años, dentro de su plan de convivencia, con procesos de mediación para los conflictos que puedan surgir durante el día a día de los internos. Además, realizan talleres para formarse como mediadores. Todo gracias a FAIM (Fundación para la Atención Integral del Menor).
“Con el compañero que tuve el conflicto era mi amigo y pudimos llegar a un acuerdo. Me quedé tranquilo”, manifestaba un alegre interno del Centro de Educación e Internamiento por Medida Judicial de Aragón tras pasar por un proceso de mediación. Desde 2013 se pueden escuchar declaraciones similares allí gracias a esta herramienta que incluyeron dentro de su plan de convivencia.
La cultura de la mediación en centros escolares lleva arraigada en España desde 2004, cuando las Comunidades Autónomas recogieron este instrumento dentro de sus planes de convivencia. Desde entonces, la estrategia ha consistido en solucionar de manera pacífica y a través del diálogo, conflictos que hayan podido surgir en el aula. Pero, ¿y en centros de menores, donde adolescentes de edades similares mantienen una convivencia diaria y pueden surgir conflictos en cualquier momento?
El ejemplo se encuentra en Aragón, donde esta herramienta de mediación en las aulas se extrapoló, hace diez años, al plan de convivencia del Centro de Educación e Internamiento por Medida Judicial (CEIMJ), a través de la Fundación para la Atención Integral del Menor (FAIM).
El centro es de titularidad pública y pertenece al Instituto Aragonés de Servicios Sociales. Es mixto y tiene capacidad para 45 menores con rangos de edad que oscilan desde los 14 a los 21 años. De media al año pasan por allí en torno a 100 menores. Todos los que entran han cometido un delito tipificado por la Ley Penal del Menor, ya sea más leve como un pequeño hurto o uno más grave, como puede ser uno de sangre.
La Fundación gestiona la parte educativa, terapéutica y residencial (limpieza y mantenimiento) tras adjudicársele el centro en un concurso público. En la parte terapéutica y educativa entra el plan de convivencia del centro y ahí se encuentra la herramienta de la mediación, que además incluye círculos restaurativos, conversaciones restaurativas…
La idea de incluir este procedimiento dentro del plan del centro se copió de los proyectos educativos que hay en institutos y colegios sobre mediación. “La idea viene de ahí, de entender que se podía buscar una herramienta que pudiera ayudar cuando surgen los conflictos, como se busca en los institutos y en muchos sitios”, explica María Cristina Romero, educadora social y mediadora del proyecto.
Debido a la convivencia las 24 horas, los procesos de mediación no están sujetos a un horario establecido. Pueden activarse y solicitarse en cualquier momento que haya podido surgir un conflicto o para prevenirlo, al contar con esa herramienta dentro del plan. La línea de trabajo comienza con una entrevista individual a las personas implicadas. Se trabaja individualmente y ambos van preparados a la posterior conjunta, porque se les hace preguntas como ‘Si la otra persona te dice esto o si te dice aquello, ¿tú qué le vas a decir?’ ¿Cómo lo puedes solucionar? ¿Emocionalmente, cómo estás?’
“Las entrevistas conjuntas son cien por cien efectivas porque vienen preparados. No trabajamos con el método de nos juntamos y a ver qué pasa. Trabajamos con otro tipo de línea de trabajo. ¿Cuántas mediaciones hay positivas? Cada vez que se juntan”, afirma la mediadora.
Pero para que se cumpla esa efectividad tienen que congregarse tres pilares básicos: acudir de manera voluntaria, tener el interés de querer solucionarlo y estar preparado emocionalmente para poder juntarte con la otra persona.
“Si tu cabeza no está bien, tú ese proceso no lo puedes hacer. Te tienes que responsabilizar del conflicto. Entonces, hay personas que mentalmente no pueden hacer eso. O porque no saben verbalizar lo que les pasa emocionalmente, o están enfadados. Si una persona está enfadada no puede mediar, no puede razonar”, recalca la educadora.
A la mediación acuden tras un problema, que puede nacer de algo tan insignificante como que uno se ha bebido más zumo que otro en el desayuno, a desembocar en más graves, que pueden derivar de conocerse previamente y haber tenido algo fuera del centro.
“Lo de la mediación es un poco más protocolo. Podemos afirmar que aquí cuando se ha trabajado con esta herramienta ha mejorado la convivencia, se ha reducido la conflictividad, se ha reducido la tensión que a veces se vive cuando hay conflictos latentes”, asegura Mertxe Ortego, coordinadora del centro.
Los círculos restaurativos
Además de las herramientas de mediación, en el centro también emplean dinámicas para prevenirlos. Los círculos restaurativos siguen una serie de pautas que permiten a las personas que participan expresar sus opiniones, sus emociones y sus intereses. Hacen círculos de bienvenida donde se presentan al nuevo interno y les dan consejos. También círculos de despedida y otros para tratar diversos temas.
“Lo de los círculos lleva funcionando bastante tiempo con muchos países. Está funcionando muy bien porque se habla de muchas cosas y se solucionan antes de que lleve al conflicto”, resalta la mediadora.
Talleres de formación para mediadores
Además de ejercer procesos de mediación, desde hace años en FAIM también forman a los menores para que en un futuro puedan ser ellos los mediadores. “La formación la hacemos siempre desde el punto de intentar que los chicos reflexionen que hay otras formas de solucionar los conflictos. Aquí, al fin y al cabo, lo que les ha traído es un conflicto que han tenido con alguien”, remarca Ortego.
Comenzaron en el año 2013 y se mantuvieron hasta la pandemia del covid. Este año los vuelven a retomar. Los talleres son voluntarios y de tres meses de duración. En ellos trabajan la conflictología, la generación del conflicto y todo lo que tiene que ver con la escucha activa. También el protocolo de mediación: cómo se hace una entrevista, qué hay que preguntar, cómo se hace una segunda entrevista, y cómo se trabaja la conjunta.
“Hay un punto pedagógico bastante importante en esto. Hay chicos en esos talleres que después se sienten capacitados para poder hacer mediaciones y hacen de co-mediadores con el adulto. Siempre hay que tener una supervisión”, detalla Romero.
Aunque están supervisados, a la hora de hacer la mediación se ponen al mismo nivel que el adulto. El menor ya aprende las preguntas que tiene que hacer, ya sabe cómo se tiene que hacer la entrevista porque se ha formado para ello.
Tal y como detallan, la experiencia de los co-mediadores es súper positiva porque utilizan un lenguaje similar al de las personas que han tenido el conflicto. “Para ellos también es una oportunidad de aprender multitud de cosas: cómo las personas se perdonan, como pueden resolver los conflictos… Es un feedback”, aseguran.
Les resulta difícil cuantificar cuántos co-mediadores salen de los talleres porque no tienen registros, pero barajan que ha habido épocas que han llegado a tener tres y otras que ninguno. “Lo que a veces nos ha pasado es que hacemos el taller y, al acabarlo, hacemos un poco de prácticas y a la semana se va el co-mediador porque ha terminado su tiempo de internamiento y te quedas sin”, apuntan.
Uno de esos co-mediadores, que antes pasó por procesos de mediación, expresaba sus sensaciones de alegría tras terminar las formaciones: “Mucha alegría después de tanto esfuerzo, el conseguir llegar a la meta. Terminar el curso y ayudar a mis compañeros, alegría cuando llegan a acuerdos”.
A la hora de pasar por una mediación el protagonista manifestaba que al principio no iba muy convencido. “Creía que la mediación no servía para nada, pero después sí, hay que experimentarlo”, remarcaba.
Las trabajadoras de FAIM subrayan que la mediación no es para tipos de conflictos, sino para tipos de personas. “Eso es de base. No hay un conflicto que pueda ir a mediación. Es la persona, no es el conflicto”, puntualizan.
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